Sí. Parece ser que confesó. Quien lo mató es una
mujer. Además es negra. Una mujer negra que además es inmigrante. ¿Ya estamos
informados? Al parecer, no lo suficiente. Sabemos el nombre de la mujer.
Sabemos sus relaciones afectivas con el padre de la víctima. Sabemos sus
antecedentes “sentimentales”. Sabemos que vivió en Burgos. Sabemos que trabajó
en una carnicería. Sabemos que tenía una hija pequeña que murió tras
precipitarse desde un séptimo piso (aquel en el que residía). Sabemos que tiene
otra hija de otra expareja. Sabemos, sabemos, sabemos…
Pero es que además de saber, especulamos, nos
desahogamos en Twitter, en Facebook, en WhatsApp… Juzgamos, condenamos, reclamamos,
exigimos,… Sí. También nos solidarizamos. Expresamos nuestro dolor. Nuestra
rabia. La compartimos con unos padres destrozados. Con un pueblo traumatizado.
En shock una vez más ante la tragedia de ver a una inocente criatura privada de
su futuro por la maldad humana.
Todo muy humano. Muy de la condición humana. Incluso
muy razonable.
Ahora rebobinemos. ¿Cuántas de las cosas que sabemos
son realmente relevantes? ¿Qué parte de la “información” que nos abruma vía
telediarios, programas especiales, noticieros y tertulias radiofónicas, prensa
escrita, diarios digitales, redes sociales,… sería perfectamente prescindible
sin disminuir ni un ápice lo transcendente del suceso, del abominable suceso?
¿Es relevante que la (confesa) asesina sea una
mujer? ¿Por qué? ¿Acaso las mujeres sólo pueden ser víctimas siempre y en todo
lugar en esta sociedad heteropatriarcal y los malvados son siempre del género
masculino? ¿Se pretende acentuando su condición de género poner de manifiesto
la excepcionalidad del hecho o se pretende desde la otra orilla rebajar la
importancia que tiene una lacra tan execrable como la violencia machista?
¿Es relevante que la asesina sea negra e inmigrante?
¿Por qué? ¿Acaso los negros y los inmigrantes en general son por definición
delincuentes en potencia, presuntos asesinos, maltratadores,…? ¿Se pretende una
vez más acentuando sus características de raza y origen estigmatizar a una
parte de la población o se pretende desde la otra orilla excitar el victimismo que
supone el supuesto linchamiento mediático a alguien por esas condiciones?
¿Es relevante que la asesina haya sido “carnicera” y
que su hija pequeña se haya “precipitado” desde un séptimo piso? ¿Por qué?
¿Acaso se busca radicar en el subconsciente del lector el doble sentido de la
palabra “carnicera” e insinuar de ese modo su reincidencia? ¿Se pretende
extender un estado de opinión que nos devuelva a las viejas películas del “far
west” y a la aplicación de la “Ley de Lynch”?
¿Es relevante que la asesina tenga otra hija y otra
expareja? ¿Es relevante que esas personas no quieran hacer declaraciones
públicas? ¿Por qué? ¿Acaso consideraríamos razonable otro tipo de actitud? ¿Tan
difícil es empatizar mínimamente con esas personas? ¿Acaso estamos queriendo
atribuir a familiares y amigos algún tipo de responsabilidad en los
desequilibrios o en la mera maldad de una persona concreta?
Sea cual sea su intencionalidad, tras un breve paseo
por las redes sociales a mí personalmente todo esto me espanta y me devuelve a
oscuros tiempos en los que había prensa especializada y de éxito, cuyo objetivo
era revolver las tripas de la gente, excitar sus más bajas pasiones y en última
instancia inocular el miedo en la población para justificar otros intereses no
especialmente puros.
Esta mañana fue el funeral por Gabriel. Una inmensa
manifestación de rabia, dolor y solidaridad ante una monstruosidad
incalificable. Con poca diferencia en el tiempo la autora de esa atrocidad al
parecer reconoció su responsabilidad. Bien. Caiga sobre ella el peso de la
justicia en la medida en que los merece. ¿Se acabó?
Poco después, en uno de los informativos de una de
las televisiones (prácticamente monográfico como viene siendo costumbre) escuché
las palabras más sensatas en las voces de quienes tendrían más argumentos para
no serlo. Decía Patricia, la admirable madre del crío,: “…que la bruja ya está donde tiene que estar y no le
demos más vueltas y arriba la buena gente y los buenos corazones…” ¿Servirán
estas palabras para terminar con tanto ruido mediático interesado? Lamentablemente,
yo creo que no. No sé lo que se enseña ahora en las facultades de las llamadas
ciencias de la información y comunicación audiovisual respecto al tratamiento
de estos temas. Tampoco soy tan ingenuo como para ignorar que son muchos los
intereses empresariales, por mantener vivas audiencias e ingresos
publicitarios, pero… al parecer
le gustaban los peces al chiquillo
¡qué pena!
Hoy el color de moda es… amarillo
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