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jueves, 19 de julio de 2018

Cerrar heridas

Texto elaborado expresamente para la velada poética celebrada en el Museo de Historia Urbana de Avilés el día 29 de Mayo de 2018 dentro de los actos relacionados con la exposición fotográfica "Las fosas del olvido" del fotoperiodista avilesino Eloy Alonso. organizada por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, el Archivo Histórico de Asturias y la Plataforma por los Servicios Públicos de la Comarca de Avilés. 


Las fosas del olvido

Ahíta está nuestra Historia
de violentas embestidas,
de contiendas fratricidas
grabadas en la memoria,
de celebradas victorias
y dolorosas derrotas,
de autollamados patriotas
henchidos de ardor guerrero
resolviendo con su acero
tantas pendencias idiotas.

Herederos del dios Marte
nacieron para la guerra.
Fueron puestos en la tierra
para ir tras un estandarte,
para afianzar un baluarte,
para llegar los primeros,
para esquilmar caladeros,
para ser depredadores,
para causar sinsabores,
para llenar basureros…

Meros seres vengativos,
rencorosos y cainitas,
como simples trogloditas,
insidiosos y agresivos,
especímenes nocivos,
caudillos de pacotilla,
salvapatrias de boquilla
incapaces por sistema
de indultar un anatema,
de poner la otra mejilla…

Cuando ochenta años atrás
ante las ruinas de España
lanzaba Manuel Azaña,
el entonces mandamás,
(para algunos Satanás)
su angustiosa petición,
la de… “paz, piedad, perdón”,
la respuesta recibida
fue la de hurgar en la herida.
Fue sordera y destrucción.

Que en los dos bandos había
gente heroica y mala gente,
más cobarde o más valiente
su desdicha subsistía.
Y entre tanta felonía
bondadosos y mezquinos,
idealistas, asesinos
y asesinos idealistas,
milicianos y fascistas
compartían sus destinos.

Y al final, gentes notables,
principales y mitrados,
prohombres uniformados
con ideas inmutables,…
con el poder de sus sables
pusieron fin a la guerra,
con un programa mendaz
para disfrazar de paz
lo que tanta insidia encierra.

Y comenzaron a honrar
a sus mártires caídos
y las fosas del olvido
se empezaron a llenar.
Y empezaron a vengar,
de rectitud encubiertos,
agravios no siempre ciertos.
Borrachos de crueldad
sembraron la soledad
con aquelarres de muertos.

Paz sin piedad ni perdón
era una paz incompleta,
el rumbo de una veleta
en una patria-prisión
que no dejó mucha opción
a quien salió derrotado:
o volverse un exiliado
y abandonar su país
o asumir el color gris
y mirar para otro lado.

Que las guerras dejan huellas
es algo que no se duda,
dejan huérfanos y viudas,
rencores, odios, querellas,…
Mucho se ha escrito de aquellas
épocas de miedo y hambre,
de miseria y de cochambre,
de delatores y huidos,
de guardias y fugitivos,
de vidas en el alambre…

Muchos años han pasado.
Parece que fue un mal sueño.
Y grande ha sido el empeño
de darlo por superado.
Fue largo el camino andado,
mas la ruta está incompleta.
Se debe cerrar la grieta,
esa herida que aun supura,
dando digna sepultura
a quienes pueblan cunetas.

© Javier Suárez Pandiello

"De purísima y oro", por Joaquín Sabina

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