El miradólogo
A veces
unos ojos son muros infranqueables
que ocultan
sus secretos tras opacas miradas;
guardianes
de misterios del todo inescrutables,
compactas barricadas.
Otras
veces son vítreos prismáticos del alma
que muestran
a las claras, como un innato espía,
el rencor y
el cariño, la inquietud y la calma,
la aflicción,
la alegría…
Todos, grandes,
pequeños, verdes, negros, castaños,
entornados,
saltones, almendrados o hundidos,
son lunas
que se empañan y nublan con los años.
Ventanales
activos
por donde
entra la luz que esconden las paredes
y transmiten
a diario sensaciones calladas;
terminales
nerviosos conectados a redes
por
distintas miradas.
Hay miradas
perdidas, esquivas, extraviadas,
adustas, apagadas,
huidizas, retraídas,
profundas,
pensativas, tristes, decepcionadas,…
miradas
desvalidas.
Hay miradas
burlonas, alegres, infantiles,
cansadas, inocentes,
tensas, conciliadoras,
medrosas, inseguras,
afectuosas, hostiles,…
miradas
soñadoras.
Hay miradas
que matan y las hay que dan vida.
Miradas insumisas,
escépticas, curiosas,
libidinosas,
tiernas, de intención escondida,…
Miradas orgullosas.
Miradas que
atraviesan, miradas que acongojan.
Miradas
que amenazan, que estremecen, que asustan.
Miradas que
consuelan, miradas que sonrojan.
Miradas que
disgustan.
Las hay ensimismadas
y reivindicativas.
Miradas de
deseo, miradas de inquietud.
Miradas de
reproche, miradas agresivas.
También de
gratitud.
A
interpretar miradas me he vuelto aficionado.
A descifrar
arcanos con la cabeza fría.
He visto
suficientes. Escribiré un tratado
de “miradología”.
"Ojos", por Los Suaves
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