Romance del Apocalipsis
Vivimos tiempos convulsos,
de incierta definición,
crisis institucionales
y violencia al por mayor,
con un presente inquietante
y un futuro aterrador.
Pero el pasado nos dice
que esto no es una excepción,
que a lo largo de la historia
los ciclos la regla son.
A los momentos de calma
sigue una revolución
y los períodos de euforia
pronto pierden su valor.
Nacen gigantes imperios
y muere el emperador,
llámese Alejandro Magno,
César o Napoleón,
Gran Timonel de la marcha
o Ángel Exterminador.
Unos empiezan las guerras,
otros van al paredón.
Mientras unos duermen, otros
ponen el despertador.
Hay quien pone los cimientos
y hay quien la confrontación.
Como noria suben, bajan…
el auge y la depresión.
Y eso aunque los tiempos cambien
como dice la canción…
Que la historia se repite…
Que el futuro ya pasó…
Mas quienes mueven los hilos
lo hacen desde el exterior.
Casi nunca dan la cara.
No han ganado una elección.
No les va en el escenario
el oficio de tenor.
Están entre bambalinas,
por detrás del director.
Controlan el repertorio
y la comunicación.
Se creen seres superiores,
se dicen “hombres de acción”,
gentes de rancio abolengo
o los “nuevos ricos” de hoy,
con sangre azul en sus venas,
divisas en su pendón,
o la cartera repleta
de billetes de millón…
Se encuentran por todas partes:
de Tombuctú a Nueva York,
de Buenos Aires a El Cairo,
de Barcelona a Hong Kong,
de Tel Aviv a Yakarta,
de Damasco a Ulán Bator,
de Samarcanda a Pretoria,
de Caracas a Nuakchot…
Exquisitos se pretenden,
de lo bueno, lo mejor…
Les gusta que les adulen
y que les llamen “señor”.
Alternan con escritores,
con las estrellas del rock,
con filósofos y actores,
con los genios del balón…
Han estudiado en colegios
de religiosa instrucción:
en afamadas escuelas
de cristiana tradición;
en coránicas madrazas
de fuerte segregación;
en rabínicos liceos
de exclusiva aceptación…
Ellos tienen influencia
y bien cubierto el riñón.
Toman grandes decisiones.
Nadie les da una lección.
No necesitan consejos,
pues siempre tienen razón.
Nunca van contracorriente,
eso es cosa del salmón,
y si las tornas se tuercen
ellos tienen su versión.
Utilizarán ideas
de un sesudo pensador
para explicar sus errores,
para expresar su aflicción,
y le cobrarán por ellas
hasta derechos de autor.
Ellos no son responsables.
Jamás pedirán perdón.
Y no dejarán por eso
que se les gripe el motor,
pues son los dueños del mundo,
quienes llevan el timón,
y creen que tienen derecho
a dirigir la nación,
aunque luego el populacho
se empeñe en decir que no.
Entonces será la culpa
del “político felón”,
del sistema que no ayuda,
del alcalde embaucador,
de partidos, sindicatos…
¡Es fruto de su rencor!
Se necesita un recambio
¡cortarle el pelo a Sansón!
¡Que la democracia es buena
cuando el viento va a favor!
Y se instigarán revueltas,
populismo a discreción.
Y se mezclará en la calle
un cóctel desolador.
Gentes bienintencionadas
cautivas de su dolor,
porque han perdido el trabajo
y van de mal en peor.
Infames oportunistas
que aprovechan la ocasión
para sacar del tumulto
ganancias de pescador.
Filósofos de la nada,
ni Sócrates, ni Platón,
columnistas de batalla,
sociólogos del montón,
economistas de tralla,
anarquistas de salón…
Todos ofrecen recetas…
Todos tienen opinión…
Y tienen respuestas para
la pregunta del millón.
Quieren su parte de tarta,
quieren participación.
Quieren ser protagonistas
hasta que caiga el telón.
Y aparecerá algún líder
de la santa indignación,
de los que mueven las masas
y a los que falta rigor,
que están sobrados de imagen
y faltos de corazón,
muy escasos de ideales
y borrachos de ambición.
Y utilizará chavales
como carne de cañón.
Y les lavará el cerebro…
Y los pondrá en formación...
Un uniforme discurso
y un uniforme fervor…
Como ovejas trashumantes
que siguen a su pastor.
Que llevan camisas pardas,
negras… de cualquier color…
Que son hijos putativos
de un bastardo dictador:
de Hitler, de Mussolini,
de Stalin, de Mao Zedong,
de Salazar o de Franco,
de Trujillo, de Pol Pott,
de Batista o Fidel Castro
de Pinochet, de Ríos Mont,
de Videla, de Galtieri,
militares sin honor,
de Duvalier, de Somoza,
de algún otro antecesor…
De Balaguer o de Stroessner,
de un caudillo cimarrón,
de Ceaucescu o Milosevic,
balcánica ebullición,
de Mobutu, de Mugabe,
del colono explotador,
de Idi Amín o de Bokassa,
del tribalismo feroz,
de Gadafi, de Hugo Bánzer,
de un salvapatrias traidor…
De monarcas absolutos
herederos del “Rey Sol”
que comparten cacerías
o cenan con un Borbón…
De narcos aventureros
que acaban en coalición
con presuntos guerrilleros
y dan a la población
sus luminosos senderos.
¡Los caminos del horror!
De un Jomeini desatado
que acosaba a un escritor,
de talibanes cegados
que imponen burka y chador,
de un chiíta iluminado,
de un sunita salvador,
de un judío predestinado,
de un cruzado redentor…
Ya sucedió en el pasado,
pero aquí nadie aprendió.
Esa piedra del camino
aguarda otro tropezón.
¡Vivimos un mundo aciago
y no nos salva ni Dios!
© Javier Suárez Pandiello
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