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miércoles, 1 de enero de 2014

Interrupción desagradable


Milonga de la siesta arruinada

Suena el timbre del portal.
Desahogo una protesta.
Han arruinado mi siesta
y eso me sienta muy mal.
Salto como un animal
hasta el quicio de la puerta.
Muy buena ha de ser la oferta
que porte quien me importuna
o se acaba su fortuna
con mi instinto criminal…

Mas tal vez se ha confundido
y no me quería llamar.
Fue un delirio del azar.
Fue sólo un malentendido
lo que cortó mi ronquido,
lo que destrozó mi sueño,
mi espejismo caribeño,
esa feliz fantasía,
lo que quebró mi alegría,
lo que me ha enfervorecido…

O, pensándolo mejor,
si me pongo en sus zapatos,
si templo mis arrebatos
mientras llega el ascensor…
Es sólo un trabajador
que cumple con su deber
lo que le mandan hacer,
desagradable faena,… 
¡Pues no merece la pena
ponerse de mal humor!

Y, puestos a especular,
¿Quién será el impertinente?
Será quizás algún cliente
que ha venido a contratar
un servicio peculiar
a un vecino detective
que mal que bien sobrevive
con los asunto de cuernos,
en estos tiempos modernos
de hamburguesas y caviar…

O será acaso llamada
de un misionero mormón
que ofrecerá salvación
para mi alma descarriada.
Me hablará de otra cruzada,
de John Smith, su profeta,
y de mujeres veleta
que aceptan la poligamia.
¡Otro apóstol de la infamia
y mi siesta masacrada!


Y si fuera un fontanero,
un comercial de seguros,
o un delincuente en apuros
tras atracar a un banquero,
un pedigüeño extranjero
harto ya de estar parado,
al que la vida ha llevado
desde su piel de mendigo
a experimentar conmigo
cual aprendiz de hechicero…

O el amigo travestí
del inquilino del cuarto
que ya me tiene más que harto…
¡capullito de alhelí!
No hace tanto que lo vi
por la calle dando tumbos.
Un día lo encontré en gayumbos
bajando por la escalera,
tras una fiesta cualquiera
que organizaron sin mí.

Me extrañaría que fuese
la ex novia del magistrado,
ese que salió escaldado
cuando le dieron el cese.
No recuerdo que volviese
tras el escándalo aquel.
Ella que siempre fue de él
apéndice inseparable,
cuando lo vio vulnerable
abandonó el ático S.

En fin, ¿qué más da quien sea?
El conserje, el del butano,
el afinador de un piano
o el clamor de una asamblea.
Han conseguido que vea
conspirar en contra mía
a toda la infantería
que mi siesta ha destrozado
y aquí estoy, desamparado,
quijote sin dulcinea.

Póngame como me ponga,
esto no tiene remedio.
No podré vencer el tedio
por más que me lo proponga.
Ya no habrá quien me reponga
la desbaratada siesta.
De modo que no hay respuesta.
Conmigo mismo dialogo
y apenas me desahogo
con esta absurda milonga.


© Javier Suárez Pandiello


"Tortazos" por Sandra Rehder

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