México D.F |
Demagogia Plutocrática
Desde
los sabios de Grecia
sabemos
que en democracia
lo que
se pierde se aprecia.
Aunque
el vulgo les desprecia
y hayan
caído en desgracia,
miembros
de la aristocracia
siguen
viajando a Venecia
ante
cualquier peripecia.
Nos dan
el tiro de gracia
cuando
el temporal arrecia.
Sin
ninguna perspicacia,
como el
machadiano necio
de
barba canosa y lacia,
se
instalan en la falacia,
confunden
valor y precio,
habitan
en el trapecio,
critican
la burocracia
y, en
un derroche de audacia,
nos
muestran su menosprecio
con
absurda contumacia.
Y nos
dan como primicia
resultados
del negocio.
Por lo
visto, la franquicia,
que
creían vitalicia
cual si
fuera sacerdocio,
necesita
de otro socio.
Algún
listo se malicia
que
ante tamaña impericia
se les
va a arruinar el ocio
cuando
salga la noticia.
Nos
exigen sacrificio.
¡Ejemplo
de juego sucio!
Nos
alejan del bullicio,
nos
hacen perder el juicio…
y comen
en casa Lucio.
La bala
en el occipucio
para el
cambio de solsticio,
que ya
no queda suplicio,
circuncidan
su prepucio
y nos
ceden su cilicio.
¡Y a
pagar el estropicio
que
generó su codicia!
No nos
dejan ni un resquicio,
ni un
trabajo alimenticio,
ni una
pensión vitalicia.
Nos
altera su impudicia.
Y ¡es
que nos sacan de quicio!,
nos
llevan al precipicio
expulsando
la justicia
por la
puerta de servicio.
© Javier Suárez Pandiello
Cambalache, por Carlos Gardel
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